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Lámina decorativa realizada por Cristina Maser. Una reproducción de una ilustración original hecha en acuarela e impresa en papel verjurado de 220 gramos. Un papel con textura perfecta para la mancha de la acuarela. Hazte con esta lámina para dar un toque especial y natural a tu espacio. Puedes colgarla en la pared del salón, en vuestro dormitorio, en la cocina, en la habitación de vuestros niños, en el pasillo o puedes regalársela a tu madre o a tu padre, o a tu mejor amigo, o a tus abuelos…
* Marco no incluido
* Gastos de envío no incluidos
* Entrega 4 días hábiles aprox.
Nuestra atención se dirige también a vuestro hogar. El estilo refinado y evocador de las invitaciones se advierte enseguida en las láminas decorativas que presentamos. Las plantas parecen invocar a la tranquilidad, a la calma y, sabedora de ello, Cristina Maser se deja envolver por esa magia que nos involucra directamente con la naturaleza para realizar estas espléndidas acuarelas. Y porque siempre puede surgir un relato tras las cosas que contemplamos, hemos escrito algunos inspiradas en las láminas.
Sosteniendo la mirada, quieto, imperturbable, deseé decirles lo que sentía. La más pequeña era casi circular, bajita y rechoncha pero muy simpática. La más alta parecía un poco tímida, aunque tal vez no fuera así y lo deduje porque llevaba todo el tiempo dejándose guiar por su compañera. Hacía frío y pese a ello, aquel par de coloridos personajes había aparecido con un atuendo muy ligero, como desafiando al mal tiempo. Yo me limitaba a seguir mirándolas casi sin parpadear; estaba acostumbrado a pasar desapercibido aunque de mí dependían muchas cosas. Pero eso de tener la capacidad de observar sin ser observado era una bendición. La gente se dejaba deslumbrar por las apariencias, aunque yo sabía el auténtico valor de lo que tenía encima. No lo calculaba por su tamaño ni por su peso, sino por su capacidad de comprender que todos aportamos algo. Hasta el más inferior tiene algo que decir, si se le deja. Yo, que soy uno de esos subordinados, no podría vivir sin el encanto y la alegría que esas dos criaturas desplegaban. La tristeza y el aburrimiento me consumirían y a su vez ellas, que tanto amenizaban e ilustraban mi vida, nada serían sin mí. Se dieron cuenta de mi presencia al bajar la vista, junto antes de que me dispusiera a descubrir mi identidad. Y por primera vez me sentí no solo observado sino halagado: -¿Te has percatado que suelo más bonito? -preguntó la más resuelta. -Es justo el que necesitamos –indicó la tímida. Y yo, que no era otra cosa que el verde sustrato, me quedé callado tan complacido.